14 de noviembre de 2014

Hacer Lugar a la Cultura en Buenos Aires (II)







 El fin de semana pasado se realizó un festival en apoyo a la Ley de Centros Culturales.  Más de 2000 personas participaron en el evento para impulsar la iniciativa, que, tal como habíamos contado, se presentó el pasado 29 de agosto en la legislatura porteña.  La propuesta busca establecer un marco regulatorio para los espacios culturales autogestivos en la Ciudad de Buenos Aires, que desde hace años padecen los desmanejos de la política cultural del gobierno de Macri.


El proyecto -que surgió del MECA (Movimiento de Espacios Culturales y Artísticos) y fue trabajado y presentado por el interbloque kirchnerista - aparece como una propuesta para frenar los embates del macrismo contra los espacios independientes. La iniciativa y abre interrogantes sobre la necesidad de superar la mirada mercantil de la cultura y del Estado como controlador.




La batalla del macrismo contra la cultura popular no tiene cuartel. El discurso PRO de la derecha promueve una imagen de cultura-espectáculo donde el ciudadano se transforma en mero consumidor de eventos y festivales, en tanto se desprecia y se hostiga la existencia de espacios participativos de la cultura en los barrios.  La historia es conocida: recortes en el presupuesto, cierre de espacios culturales, privatización directa o indirecta de lugares ligados a la cultura. La lista es extensa: el desmantelamiento del Colón, la persecución a los trabajadores de la Sala Alberdi, el estrangulamiento presupuestario a los centros culturales barriales, la intervención en las orquestas juveniles.

El etcétera es largo. El cierre de la Sala Lugones en el Teatro San Martín por más de siete meses para supuestas obras de restauración es apenas otra anécdota de una política que acentúa la desigualdad en el acceso a la cultura en perjuicio de los sectores populares. Basta ver el mapa elaborado por el Sistema de Información Cultural de la Argentina (SINCA) para ver cómo se ha profundizado la concentración de la cultura. Según el informe elaborado por la agrupación La Fábrica Porteña tomando en base datos del sistema estadístico desarrollado por el Ministerio de Cultura de la Nación, los barrios del norte y el centro de la ciudad de Buenos Aires concentran el mayor número de cines y teatros, museos, galerías de arte y librerías.

En contraste, los denominados genéricamente centros culturales tienen una distribución más democrática en todo el territorio de la ciudad. Es decir que en teoría se corresponden con las propuestas de democratización de la cultura incluidas en la Constitución de la Ciudad. Pero en los hechos, el macrismo persigue y restringe el accionar de estos espacios al negarles un marco regulatorio adecuado.

En búsqueda de un amparo legal



El Artículo 32 de la constitución de la ciudad explicita la protección y difusión de la cultura popular y la creación y preservación de espacios, entre otras cosas. Existe además en plena vigencia la Ley de Cultura, en la que se plantea que el Estado garantiza los derechos culturales como: “Participar en la vida cultural que cada ciudadano elija, y ejercer sus propias prácticas culturales, sin distinción de etnia, credo, sexo, o condiciones biopsicosocial y económica, en el marco del respeto de los derechos humanos y de las libertades fundamentales. Participar en el diseño y la evaluación de las políticas en el marco de una democracia cultural, con especial consideración a los creadores y trabajadores de la cultura y sus entidades (art. 32 de la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires). Recuperar y preservar los espacios culturales en donde desarrollar los derechos culturales”.

La figura del Centro Cultural y Social no existe en los rubros  de actividades autorizadas en la Ciudad de Buenos Aires. De esta manera, ninguno de los espacios que funciona como  tal cuenta con una habilitación que tome en cuenta sus características y necesidades específicas. De acuerdo a investigaciones del Observatorio de Políticas Culturales del Centro Cultural de la Cooperación, alrededor de un 90%  de este tipo de espacio se habilita como galerías de arte o salas de teatro, lo que en los hecho los obliga a funcionar de manera semi clandestina y les quita visibilidad y están constantemente en riesgo de ser clausurados.

La era pos Cromañón desató un supuesto auge por los controles y la seguridad de los controles pero al no haber un marco regulatorio adecuado, muchos espacios no tienen manera de encuadrarse legalmente. En 2007 se derogó el Régimen de Clubes de Cultura, surgido en marzo de 2005, que reconocía la existencia de espacios no convencionales, experimentales y multifuncionales. Una de las deficiencias del esquema actual de habilitaciones es que las espacios se dividen por rubros artísticos: teatros, clubes de música, peñas y milongas. Los multiespacios, los lugares multidisciplinarios o experimentales no entran en ninguna norma.   Esa derogación dejó a los centros culturales en situación de precariedad. A muchos espacios autogestionados les resulta dificultoso completar los procedimientos de una habilitación, particularmente a la hora de solventar los costos de trámites y de informes técnicos.

El Movimiento de Espacios Culturales y Artísticos (MECA), una organización que nuclea a un grupo de centros culturales independientes de la ciudad, había presentado la Legislatura Porteña un proyecto de Ley de Centros Culturales. La iniciativa del MECA apunta a facilitar la creación de nuevos espacios de cultura y fomentar la descentralización.

Según plantea MECA  “las regulaciones gubernamentales de la última década obligaron a artistas y productores a buscar nuevos espacios de expresión y pertenencia. Se multiplicaron así los centros culturales autogestivos, consolidándose una escena independiente, caracterizada por el entrecruzamiento y la multiplicidad de disciplinas artísticas, su sentido comunitario, y su lógica abierta y participativa. Sin embargo, la legislación actual no acompaña este cambio de paradigma, al no comprender en ninguno de sus rubros habilitatorios la naturaleza múltiple de estos espacios, ni sus modos de gestión colectivos, sus escenarios alternativos, ni su relevancia social.”

La propuesta presentada incluye cuatro una clasificación en cuatro tipos de emprendimientos: Casas de Artistas, Centros Barriales y Sociales, Centros Culturales y Clubes de Cultura. El proyecto hace una distinción entre espacios comerciales y sin fin de lucro o cooperativas en el caso de Centros Barriales y Clubes de Cultura. Entre otras medidas innovadoras, se propone que las casas de artistas y los centros barriales, que tendrán un cupo máximo de 50 asistentes a sus actividades, no requieran habilitación para funcionar sino una inscripción en un registro. Además, incorpora exigencias de seguridad e higiene previstas en otras leyes vigentes.

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