Yo, que soy ese que hace tiempo dejó de intentar, siquiera,
en ser uno de esos “indispensables” de los que habla la poesía.
Que no soy viejo pero ando envejecido.
Que me cuesta dejar la “casa y el sillón”, como canta Silvio
El que llega tarde
El que se va temprano
El que todavía tiene en la boca el sabor de desengaños,
amarguras y decepciones.
El que dice querer pero dice no saber cómo
Yo, que soy un mar de lágrimas cuando veo la vaca.
Que soy un especialista en buscarle el pelo al huevo y la
quinta pata al gato.
Que ando peregrinando mi lugar, que nunca termina de ser.
Sí, ese mismo iconoclasta que sigue preguntándose si eso de
las remeras no deja de ser un fetichismo de la mercancía. Y que quiere estar en
casa antes de la diez para ver si al más chico le bajaron las pocas líneas de
temperatura.
El que a pesar de saber que pereza y pureza suenan
parecidos, sigue bañado en el vómito de dios.
El que gastó en guisos los poquísimos laureles secos (Compañera Mariel, dice otro poeta que al volver la
vista atrás se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar)
Yo,
que soy todo eso
Ayer,
estuve
Estuve
en la plaza, pero eso es lo de menos.
Estuve
en el abrazo de los compañeros y compañeras.
Dispense,
compañero Néstor, por la irreverencia,
De pasar
por estos barrios. Pero no sé cómo
Modelar
la prosa,
Del
sentimiento de ser, de estar, de compartir
De esa
confianza y esas ganas, que me vienen contagiando en nuevas y poderosas cepas.
Más
allá de cualquier convencimiento.
Yo les
digo, de última
Jodansé,
Por pegarse
a este cuatro de copas que los va a dejar de garpe alguna que otra vez
Pero
que tiene más que una gana de seguir conjugando ese “Nosotros” que también
quiero ir siendo.
Por
culpa de ustedes,
Compañeras
Y compañeros.

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