Los resultados de las elecciones del domingo y el reciente
fallo de la Corte Suprema respecto de la Ley de Servicios de Comunicación
Audiovisual invitan a reflexionar no sólo sobre ambos acontecimientos sino
también sobre el vértigo esperanzador de la época.
En muchos de nosotros, la sensación de derrota en esa noche del domingo en que se cumplían tres años sin Néstor Kirchner pudo más que los
números duros que nos dicen que el Frente para la Victoria sigue siendo la
principal fuerza política del país con un caudal de votos mucho mayor a las
principales fuerzas opositoras. Pero el tablero de preguntas y análisis que se
fue armando desde el cierre de los comicios fue pateado con contundencia por el
resultado favorable en la lucha por la democratización de la comunicación en
nuestro país.
No se trata de otra victoria más de la sociedad en la
construcción de más y mejor democracia sino que constituye una lección de
importancia para pensar la política de cara a los próximos dos años. La ley de
Servicios de Comunicación Audiovisual es una batalla medular de la lucha del
conjunto del pueblo y contra el poder de las corporaciones que se oponen a esa
democratización de la sociedad para seguir defendiendo sus privilegios. Y es
bueno recordar que a pesar de que su elaboración contó con un grado de
participación popular jamás registrado en la historia y que fue aprobada con un
amplio respaldo de las fuerzas políticas parlamentarias (no solo del
oficialismo) el camino a su aplicación está cruzado por una serie de derrotas y
traspiés, particularmente en el plano judicial.
¿Qué nos queda para reflexionar sobre la situación?
Varias cosas, entre ellas recuperar verdades básicas como aquella que dice que
la única lucha que se pierde es la que se abandona. Y, ahondando en esa visión,
que en política los resultados nunca son absolutos. Pero también, que ante el
escenario adverso, no hubo “posturas conciliatorias” en la búsqueda de alguna
“síntesis” que permitiera “rescatar” o “salvaguardar” todo lo que ya se había
hecho en pos de la democratización de la palabra en nuestro país.
Por el contrario, ante los resultados adversos, se hizo
carne el “vamos por todo” al que nos convocó Cristina para profundizar los
alcances de este proyecto nacional y popular de inclusión para las mayorías. Se
impuso el convencimiento de la enorme justicia que implica la aplicaciónintegral de esta ley.
Vale entonces, esta simple idea para pensar los tiempos
que vienen. Si “a pesar de las bombas/ de los fusilamientos / los compañeros
muertos/ los desaparecidos /no nos han vencido”, menos nos debe derrotar el
ánimo un resultado electoral parcialmente adverso. No es cuestión de desconocer
los reclamos del pueblo en las urnas, pero sí de no confundirlos con las
demandas amplificadas de los sectores de poder que pretenden imponer su agenda
a partir de esa sensación de derrota que nos invadió. A no olvidarse, que si la
única verdad es la realidad, el conteo de votos sí sigue diciendo que el
gobierno sigue siendo la principal fuerza política, que mantiene la mayoría
parlamentaria que aún en los resultados más adversos, el caudal de votos no
baja de un piso duro que sigue apoyando este proyecto.
Pero por sobre todas las cosas, que del otro lado están
los que quieren terminar con este proyecto de inclusión social, de soberanía
nacional, de redistribución del ingreso, de independencia económica frente a los
grandes poderes financieros mundiales. Son los que quieren volver a las
relaciones carnales con Estados Unidos, los que dicen que “se gastan la plata
de la Asignación Universal por Hijo en vino”, los que demandan volver a las
privatizaciones, innumerables etc.
Sólo eso alcanzaría para despejarnos el panorama y saber
de qué lado estar, sabiendo además, que somos millones los que seguimos
defendiendo este proyecto.
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