19 de julio de 2013

Dos, tres, muchas leyes para democratizar la comunicación en Latinoamérica



Un nuevo avance en la construcción de la Patria Grande Latinoamericana se registró en estos días, en uno de los terrenos de mayor lucha contra los poderes establecidos del capital concentrado: el del acceso y la participación en los  medios de comunicación. El amplio abanico progresista de los distintos gobiernos que representan en mayor o menor medida una oposición al neoliberalismo y construyen proyectos nacionales populares y de integración regional se afirman en la batalla por la democratización de la comunicación, teniendo como referencia la situación abierta en Argentina con la Ley  de Servicios de Comunicación Audiovisual.

"Brasil, Ecuador, Uruguay, Bolivia están discutiendo leyes sobre los medios", aseguró en junio Martín Sabbatella, titular de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual y principal referente de Nuevo Encuentro, durante el segundo encuentro de TVs públicas de América latina que se realizó en Buenos Aires. Apenas días después, el congreso de Ecuador aprobó la ley de comunicación propuesta por el gobierno de la Revolución Ciudadana que conduce el presidente Rafael Correa. Entre otras cuestiones, la ley establece una distribución de espectro similar a la legislación argentinaun 33% de las frecuencias se destinarán a medios públicos, un 33% para medios privados, y 34% para medios comunitarios.

Al igual que en Argentina, la ley ecuatoriana pone límites a la concentración de medios: no se podrá adjudicar más de una concesión para radio en AM, una frecuencia para FM y una frecuencia para televisión a una misma persona natural o jurídica en todo el territorio nacional. Además, en una misma provincia no podrá concesionarse una frecuencia para el funcionamiento de una radio o televisión “a familiares directos de un concesionario con el que tengan parentesco hasta el segundo grado de consanguinidad y segundo de afinidad”, según establece el texto de la ley.

De esta manera, se le busca poner coto al poder discursivo que en el país concentran ocho conglomerados  Grupo Fidel Egas (vinculado a Teleamazonas), Grupo El Juri (ETV Telerama), Grupo Pérez (Diario El Universo), Grupo Mantilla (El Comercio), y Grupo Alvarado Roca (Ecuavisa), a los que se suman los grupos Martínez, Mantilla-Anderson y Vivanco.

El esquema de distribución del espectro y la concentración de medios son dos temas que ya habían sido replicados en la Ley de Telecomunicaciones que el gobierno de Evo Morales promulgó en Bolivia en 2011. El proyecto aprobado, que contó con amplia mayoría en las dos cámaras del Congreso, estableció además, una distinción acorde con el carácter plurinacional del estado boliviano: el 33% de las licencias de radio y televisión quedará para el Estado nacional, el sector privado también tendrá un 33%, un 17% se destina para emisoras comunitarias y otro 17% para comunidades originarias.

 En Uruguay, el proyecto de Ley enviado este año por el gobierno frenteamplista del presidente José Mujica también pones límites a la concentración de medios. La norma uruguaya impide que los titulares de servicios de comunicación audiovisual presten servicios de telefonía y transmisión de dato y establece que ninguna persona física o jurídica podrá ser titular, total o parcial, al mismo tiempo de licencias para televisión paga (cable y satelital) y televisión abierta. Además, limita a que   “una persona física o jurídica privada no puede ser beneficiada con la titularidad, total o parcial, de más de 3 (tres) autorizaciones para prestar servicios de radiodifusión abierta de radio o televisión, ni más de 2 (dos) para prestar servicios de radiodifusión abierta en la misma banda de frecuencias (AM, FM, TV), en todo el territorio nacional” (Artículo 44). La norma uruguaya establece que las eventuales adecuaciones  quedarán a cargo de tres instituciones (el Consejo de Comunicación Audiovisual, un Ombudsman y la Comisión Honoraria Asesora de Servicios de Comunicación Audiovisual –CHASCA-).

La influencia que tuvo la ley de medios de Argentina se extiende a toda la región. Incluso hasta en Venezuela, donde la revolución bolivariana creció a partir del impulso al desarrollo de medios comunitarios, el gobierno prevé nuevas modificaciones a la legislación para incorporar cuestiones que propone la ley argentina, como el equilibrio en la entrega de licencias entre el Estado, el sector privado y los medios comunitarios y sociales.

 No en vano, la ofensiva contra esta normativa no llevada adelante solamente por los grandes jugadores afectados, principalmente el grupo Clarín, sino que cuenta con el respaldo discursivo de las grandes corporaciones de la oligarquía mediática hispanoamericana, como el español Grupo Prisa, la cadena Televisa de México (la mayor productora de contenidos de habla hispana), las cadenas Globovisión de Venezuela, Caracol de Colombia, el grupo El Mercurio de Chile y O’Globo de Brasil.

Justamente, el mayor emporio de medios brasileño ve con preocupación las analogías entre la legislación argentina y las propuestas aprobadas en la Conferencia Nacional de Comunicación de 2009. Pese a que esas propuestas no han sido tomadas en cuenta por el gobierno de Lula da Silva y lo que va del mandato de Dilma Rouseff, la situación puede cambiar a partir del manifiesto en defensa de la democratización de la comunicación promulgado en 2011 por varias entidades como la Central Única de Trabajadores, el Foro Nacional por la Democratización de la Comunicación, el Movimiento Nacional de Derechos Humanos y la Federación Nacional de Periodistas.

La ley atraviesa horas decisivas a la espera del fallo de la Corte Suprema que dictamine sobre la constitucionalidad de los artículos 45 y 48, que ponen límites a la concentración de de licencias de TV paga, restringen el número de abonados que puede tener un licenciatario, impiden a un mismo licenciatario contar con una licencia de cable y una de TV de aire en la misma zona y establece que la propiedad de licencias no es un derecho adquirido. Justamente, la medidas que Clarín denunció inconstitucionales, lo que fue avalado por la Cámara en lo Civil y Comercial.

No existen precisiones sobre si la Corte fallaría antes de las elecciones primarias o después de que finalice el proceso electora. En cualquier caso, Clarín ha estado prácticamente cuatro años sin cumplir la ley. No obstante, eso no puede leerse como una derrota del proceso de democratización de la comunicación. Por el contrario. Desde la sanción de la Ley y la creación del AFSCA han sido más que importantes los avances en ampliar las voces y los protagonistas de la comunicación en el país. 

Estos avances se dieron precisamente en la medida en que se sostiene el espíritu que dio origen a la Ley: Nunca antes una ley había sido discutida en centenares de reuniones, foros, encuentros, seminarios y diversos espacios a lo largo y a lo ancho del país. Sería un error del campo popular pretender limitar el reclamo del cumplimiento de la ley a las intrigas de palacio, más allá de la necesidad de seguir reclamando la tan postergada democratización judicial. Pero eso es solo parte del asunto. La ley distribuye la palabra, la voz. Corresponde a las organizaciones populares seguir tomándolas.


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