9 de abril de 2013

La remera no se mancha

LA REMERA NO SE MANCHA
A modo de introducción: qué viva el debate; que en los tiempos donde nada estaba en discusión le creíamos a Clarín.
¿Cuál debate? Cualquiera, pero hay uno bien de fondo que atraviesa a muchos otros: el valor de la política. ¿Por qué deben estar separados el significado de la militancia y el laburo solidario? ¿Por qué, si uno de los sentidos recuperados de la política a partir del proceso que se inicia en 2003 tiene que ver con pensar la política como herramienta de transformación de la realidad?
Hay un viejo sentido común que subsiste desde la época en la cual el liberalismo nos azotaba la espalda. Es ese que asocia y reduce la acción política  al clientelismo, la corrupción, la ambición de poder por el poder mismo; el poder de la fama, del éxito, del dinero. Hoy ha ¿resurgido? otro significado contrapuesto: el de la construcción colectiva para cambiar lo que anda mal. Hoy hay un Estado presente, hoy hay una juventud enamorada, unida, organizada y solidaria.
Hoy pensamos y sentimos la política como servicio y como construcción. Construcción de redes de organización para el trabajo, para la visibilización y para la ayuda. Para darle carne y continuidad a un proyecto que se desarrolla institucionalmente y a través de la militancia. Porque ya hemos visto cientos de veces cómo grandes esfuerzos sociales se diluyen en la nada, cómo las energías solidarias se dispersan de hoy para mañana. Nosotros queremos intervenir en los procesos histórico-políticos. Queremos confluir, fortalecernos, continuar para mejorar, para profundizar. Y por eso construimos lazos afectivos concretos a través de la identidad.
Remera sí, remera no. No tiene que ver con la identificación, tiene que ver con la identidad. La identidad de un colectivo dentro de otro colectivo y así. No es aprovechamiento. El aprovechamiento es otra cosa. Es aparecer hoy, pero no haber estado nunca antes. Es la parafernalia amarilla más que las banderas turquesas, azules, verdes, rojas, celestes y blancas por fin, de las compañeras y los compañeros, de las ciudadanas y ciudadanos, del pueblo junto al pueblo. Si estamos en el barrio todos los días con nuestras pecheras, ¿por qué desnudarnos cuando los tiempos acucian?
No queremos soslayar, sin embargo, que lo que superó cualquier expectativa (como en el Bicentenario, como en la muerte de Néstor Kirchner), fue la unidad y complementación entre mayoritarios sectores sociales, conmovidos y solidarios, con las organizaciones y partidos políticos que ofrecieron su brazo y su abrazo urgente y multitudinario.
Esos críticos del “relato”, esos comunicadores del establishment mediático se contradicen a sí mismos cuando nos ven poner el cuerpo. Entonces, se nos exige el anonimato, como si eso implicara una actitud desinteresada. Pero lo que quieren es que no quede registro, que no queden testimonios del cambio de paradigma, del compromiso, del entusiasmo, de LA política. Y además busca romper aquella alianza entre colectivos diferentes. Esta potencia política generadora, que marca el camino en la construcción de una nueva sociedad.
Los pies en el barro y las patas en la fuente. A calzársela y transpirarla, todas y todos, que la remera no se mancha.

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