LA REMERA NO SE MANCHA
A modo de introducción: qué viva
el debate; que en los tiempos donde nada estaba en discusión le creíamos a
Clarín.
¿Cuál debate? Cualquiera, pero
hay uno bien de fondo que atraviesa a muchos otros: el valor de la política.
¿Por qué deben estar separados el significado de la militancia y el laburo
solidario? ¿Por qué, si uno de los sentidos recuperados de la política a partir
del proceso que se inicia en 2003 tiene que ver con pensar la política como
herramienta de transformación de la realidad?
Hay un viejo sentido común que
subsiste desde la época en la cual el liberalismo nos azotaba la espalda. Es
ese que asocia y reduce la acción política
al clientelismo, la corrupción, la ambición de poder por el poder mismo;
el poder de la fama, del éxito, del dinero. Hoy ha ¿resurgido? otro significado
contrapuesto: el de la construcción colectiva para cambiar lo que anda mal. Hoy
hay un Estado presente, hoy hay una juventud enamorada, unida, organizada y
solidaria.
Hoy pensamos y sentimos la
política como servicio y como construcción. Construcción de redes de
organización para el trabajo, para la visibilización y para la ayuda. Para
darle carne y continuidad a un proyecto que se desarrolla institucionalmente y
a través de la militancia. Porque ya hemos visto cientos de veces cómo grandes
esfuerzos sociales se diluyen en la nada, cómo las energías solidarias se
dispersan de hoy para mañana. Nosotros queremos intervenir en los procesos
histórico-políticos. Queremos confluir, fortalecernos, continuar para mejorar,
para profundizar. Y por eso construimos lazos afectivos concretos a través de
la identidad.
Remera sí, remera no. No tiene
que ver con la identificación, tiene que ver con la identidad. La identidad de
un colectivo dentro de otro colectivo y así. No es aprovechamiento. El
aprovechamiento es otra cosa. Es aparecer hoy, pero no haber estado nunca
antes. Es la parafernalia amarilla más que las banderas turquesas, azules,
verdes, rojas, celestes y blancas por fin, de las compañeras y los compañeros,
de las ciudadanas y ciudadanos, del pueblo junto al pueblo. Si estamos en el
barrio todos los días con nuestras pecheras, ¿por qué desnudarnos cuando los
tiempos acucian?
No queremos soslayar, sin
embargo, que lo que superó cualquier expectativa (como en el Bicentenario, como
en la muerte de Néstor Kirchner), fue la unidad y complementación entre
mayoritarios sectores sociales, conmovidos y solidarios, con las organizaciones
y partidos políticos que ofrecieron su brazo y su abrazo urgente y
multitudinario.
Esos críticos del “relato”, esos
comunicadores del establishment mediático se contradicen a sí mismos cuando nos
ven poner el cuerpo. Entonces, se nos exige el anonimato, como si eso implicara
una actitud desinteresada. Pero lo que quieren es que no quede registro, que no
queden testimonios del cambio de paradigma, del compromiso, del entusiasmo, de
LA política. Y además busca romper aquella alianza entre colectivos diferentes.
Esta potencia política generadora, que marca el camino en la construcción de
una nueva sociedad.
Los pies en el barro y las patas
en la fuente. A calzársela y transpirarla, todas y todos, que la remera no se mancha.
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