Desinstalando sentidos comunes

Generando y visibilizando cambios en el horizonte de lo posible

Nos movemos cotidianamente utilizando mapas, códigos, referencias, que nos permiten comprender la realidad, comunicarnos y sentirnos seguros. Esos sentidos comunes, esas claves de lectura compartidas, muchas veces están apoyadas sobre prejuicios, errores, disvalores. Desinstalar esos sentidos comunes supone desarmar los mecanismos que los configuran; interpelarlos y tratar de leer entre líneas los conceptos sobre los que están construidos. Frente a una historia colectiva dolorosa, una ficción fundacional nacional, una colonización como pretendido punto de partida, es necesario hoy pensarnos autónomamente para profundizar la batalla cultural a la que asistimos.

PLURALIDAD DE VOCES

La mujer habla por teléfono y su voz silabea entre pasajeros sentados de a pie. Su acento extranjero relata un conflicto sindical, individualiza actores y conductas; bajando apenas el tono, incluye intimidades, chismes, amores y desdenes. Al igual que tantas y tantos, de orígenes y condiciones diversas, trabaja y habita esta tierra. Sabiéndolo o no, es partícipe necesaria en la construcción del entramado social, de la realidad cotidiana.

La sociedad argentina es cien veces más multicultural en sus calles que en su imaginario. Mil veces más en colectivos y trenes que en sus pantallas de televisión.

Los locutores, periodistas, actores y entrevistados, están cortados por la misma tijera cultural, étnica e ideológica. Encarnan una idea de sociedad mercantil, competitiva e individualista, acorde a los intereses y valores de los sectores de mayor poder de fuego económico.
Los grupos concentrados mediáticos proyectan estos valores como si fueran representativos del pensar-sentir del conjunto social y; con las mediaciones del caso, con las operaciones des identificatorias o politizantes de cada grupo o sector, logran que buena parte del conjunto los asuma y defienda como propios.

Un sector, dueño de los medios de producción (agropecuarios, industriales, mediáticos) es el único que tiene imagen, voz y capacidad editorial. Los pueblos originarios, las comunidades que somos, las clases medias, los trabajadores, están marginados o excluidos de la posibilidad de generar y difundir sus propios contenidos. Nunca dicen, son dichos.

Los medios hacen decir al automovilista en tensión por el tránsito interrumpido y ni siquiera enfocan al que reclama su derecho en el corte. Dan pantalla y legitiman a personajes como De Angelis o Del Sel pidiendo el aumento del precio de la carne para mejorar la rentabilidad de sus reses, pero no al trabajador o al empleado, perjudicado directo de esa transferencia de ingresos.

¿Esto es justo? ¿Esto es democrático?

En la Argentina se sancionó y está parcialmente vigente una Ley de Servicios Audiovisuales de avanzada en la región y en el mundo. Ley que es bandera de un gobierno mayoritariamente ratificado por el voto popular en su rumbo. Un gobierno que puso en cuestión la credibilidad de los multimedios, fundamentalmente usando medios oficiales y oficialistas, surgidos a la vera del impulso y la publicidad estatal.
Propiciar la inclusión de las visiones excluidas es trabajar por un rumbo de mayor democratización. La producción de contenidos propios, sumada a las respectivas prácticas, sociales, culturales y políticas, produce una conciencia de sí de cada sujeto colectivo interviniente. Una asunción de la propia identidad material y simbólica. Del rol social.

La importancia de los medios, su carácter de actores políticos, la defensa de sus propios intereses, (no así su carácter racista y de clase) es percibida con mucho más claridad. Están sujetos a crítica y puestos bajo varias lupas, erosionada su capacidad de formar opinión. Otra cosa es cuestionar su lógica. Eso no puede hacerse desde estos mismos medios ni compitiendo con ellos desde su misma matriz ideológica, es decir: competencia, encumbramiento de ídolos, banalización de la cultura, estereotipo del cuerpo femenino, mercantilización del segundo, etc, etc.

Es tiempo de que surjan nuevos medios y que el estado financie el arranque de esas nuevas construcciones (algunas realidades de años pero que en el contexto no logran visibilidad).
Una pluralidad de voces, en la que todos los sectores sociales generen ideas y valores, no atañe exclusivamente al derecho a la comunicación. Construir ciudadanía con voz y representación propia es uno de los nervios motores para una real institución igualitaria de la sociedad argentina.



  












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